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Siempre sembramos con nuestro mensaje. Decimos que hay que disfrutar del fútbol y dedicarle el tiempo que sea necesario, pero que también hay momentos libres para prepararse pensando en “el día después”, y que incorporar conocimientos sirve incluso para manejar diversas situaciones durante la carrera futbolística. Esa es nuestra tarea en la Fundación El Futbolista: insistir con la propuesta educativa que hemos construido para ayudar a los futbolistas, perfeccionarla y ampliarla dentro de las posibilidades que tenemos. Y cuando vemos ejemplos como los de Leonardo Griffo y Homero Díaz, sentimos una profunda satisfacción.

Griffo, arquero de extensa trayectoria que actualmente milita en Flandria, contó su historia y brindó un testimonio muy valioso: “Dejé el secundario en tercer año. Cursaba de noche, después me fui a Italia y ahí se interrumpió el estudio, pero siempre tuve la intención de reanudar. Así lo hice en 2009 y de a poco fui dando materias con el plan de estudios de la Fundación, hasta que terminé en 2014. La cuestión central es animarse. Yo formé una familia, seguí jugando y pude aprovechar estas ventajas que tiene el futbolista por intermedio de Agremiados y de la Fundación, porque mientras completaba el secundario también hice el curso de técnico, ayudado por una beca. Siempre les digo a mis compañeros que, si tienen algún proyecto relacionado con el estudio, averigüen y lo encaren. En mi caso, el hecho de completar el secundario fue como sacarme una mochila de encima, como cumplir un objetivo importante y mostrarles a mis hijos que con esfuerzo es posible llegar a lo que uno se propone. El fútbol es lo más lindo que existe, pero a la vez uno debe armarse pensando en el futuro. Yo, al menos, tengo un par de herramientas para cuando deje, y espero hacer algo más: algún curso o carrera corta”.

Homero Díaz, en cambio, acaba de cerrar su carrera como futbolista, tras jugar en Cambaceres, Berazategui, Sacachispas, Alvarado y Banfield de Mar del Plata. Pero a los 32 años, su vínculo con el fútbol sigue ahora como kinesiólogo del plantel de Quilmes. “A los 23 años empecé a estudiar kinesiología y, charlando con dos chicos que cursaban conmigo, me enteré de lo que hacía Agremiados en el plano educativo, por intermedio de la Fundación El Futbolista. Fui, tuve una reunión, me becaron para que siguiera la carrera en la UAI y me recibí en 2012. Eternamente estaré agradecido a la Fundación y a quienes allí trabajan, por el apoyo. El 30 de junio de 2014 decidí largar el fútbol, pero surgió esta chance de trabajar en Quilmes y me siento feliz, porque de esta manera estoy directamente ligado a lo que me gusta y no extraño el ambiente del vestuario. Además, sigo en un Centro de Rehabilitación Deportiva de Berazategui y también soy profesor en la cátedra de kinesiología deportiva de la Universidad Católica de La Plata. Cuando por ahí se sorprenden porque un futbolista es profesor, íntimamente me pongo contento, aunque no por mí, sino por la demostración de que, si uno comparte el estudio con el fútbol, después puede insertarse en cualquier ámbito o, como es mi caso, continuar dentro del espacio donde me siento más cómodo”.